domingo, 2 de junio de 2013

LAS SILENCIOSAS VIRTUDES DE LA CARTUJA GRANADINA

En la Cartuja de Nuestra Señora de la Asunción de Granada se ha conservado uno de los conjuntos alegóricos más interesantes de todo el barroco granadino. Un complejo programa iconográfico que busca la reflexión de quienes podían verlo, desde la intimidad de la orden cartuja y la demostración de las virtudes del cartujo, a quienes fueran visitantes ocasionales de un espacio tan reservado como el Sancta Sanctorum, situado tras la cabecera de la iglesia del monasterio.

Postal de Laurent (ca. 1860) en la que se puede apreciar la cabecera de la iglesia y, tras el arco central, la gran cristalera que da paso al Sagrario. Como vemos un lugar sin acceso directo por los fieles y destinado a la congregación.

Este Sagrario -casi podríamos hablar de camarín dedicado al Santísimo Sacramento- es una verdadera cámara palaciega en la que está presente una idea alegórica presacramental en todas las pinturas que la decoran, desde las jambas del arco de entrada, hasta el techo que pintara Palomino en 1712 y que él mismo, describiera en su tratado El Museo pictórico y escala óptica de 1715.  Pero las imágenes que han sido siempre un enigma, son las que se recuestan en el lujoso zócalo/basamento que rodea las tres paredes que cierran la sala, acompañadas por las cuatro que flanquean las esquinas del fantástico tabernáculo de mármoles que centra todo el conjunto.

Portadilla de la primera edición de la Iconología de Ripa
Este programa iconográfico ha sido tratado en dos ocasiones por el profesor Alfonso Rodríguez Gutiérrez de Ceballos (Lectura iconográfica del Sagrario de la Cartuja, 1979 y El "bel composto" berniniano a la española, 1998). En el primero, hacía hincapié en las pinturas y las seis virtudes monásticas del zócalo y en el segundo, daba también una interpretación de las cuatro imágenes femeninas del tabernáculo, aunque son las primeras las que quedan mejor descritas y probadas, según yo lo veo.

Como el tema es apasionante y siempre ha sido para mí una predilección, entre otras cosas por la altísima calidad artística de las esculturas, realizadas; según Gómez Moreno y Gallego Burín, por José Risueño y, según Domingo Sánchez Mesa (1972), obra de taller sobre modelos de Duque Cornejo. No quiero perder la ocasión para rescatar estos trabajos del profesor Ceballos y añadir unas pequeñas observaciones propias, así como unas citas y consideraciones más abundantes sobre la Iconología del Padre Ripa.


Las primeras virtudes tratadas por Ceballos, son las que reposan sobre el óculo del lado de la Epístola. La primera, desde la entrada, es una bella imagen de una mujer joven que levanta su mirada hacia lo alto, ligeramente vuelta hacia la mano izquierda que mantiene en alto, sujetando algún atributo hoy perdido, mientras su mano diestra está aprisionada por un yugo, a la altura de la muñeca. Ripa nos dice que la Obediencia se representa con hábito religioso y que con la izquierda sostiene un crucifijo –el objeto que nos falta- y con la diestra un yugo con un letrero que dice SUAVE. Esta inscripción no aparece en nuestra virtud cartujana, pero el concepto cuadra perfectamente con la imagen descrita más arriba. Ripa explica que la Obediencia es cierta virtud natural que consiste en subyugar nuestra voluntad a la de los otros, siempre que rijan el honor y la digna emulación, de ahí la nobleza del rostro. El crucifijo y el hábito son signos evidentes de que, por amor a la Religión, la obediencia es recomendable. Con respecto al yugo y la palabra SUAVE, Ripa nos dice que cuando la obediencia es de buen grado el yugo ni pesa ni hiere. Aún da Ripa otra posible iconografía para la Obediencia: mujer humilde con la cabeza inclinada y los ojos vueltos hacia el Cielo, de donde viene un rayo esplendoroso con un freno y los brazos alzados para tomarlo consigo. Como vemos, nuestra imagen participa de los elementos primeros y un poco de la actitud de la segunda versión de la Iconología.

Alegoría de la Obediencia

La otra virtud del lado de la Epístola está representada como una mujer joven, ricamente vestida, con un libro abierto en su mano derecha y un atributo desaparecido en la izquierda. Tras ella se ve asomar la cabeza de un ave -con total seguridad una grulla- que ha perdido la pata con la que sin duda agarraba una piedra. Ripa identifica esta imagen con la Vigilancia y nos dice que los atributos perdidos son una lámpara encendida y una vara, para después explicarnos que hay dos tipos de vigilancia la del cuerpo y la del alma. Siendo la primera alimentada por la sabiduría del libro abierto, mediante el que el hombre realiza su aprendizaje en las ciencias, estando de ese modo vigilante frente a los azares de la fortuna, ejercitándose la contemplación. La vara, por su parte, sirve para sacudir el cuerpo adormilado, del mismo modo que el libro lo hace con la mente, haciendo posible la frase del Cantar de los Cantares: Yo duermo y mi corazón vela. La grulla es un símbolo que demuestra lo útil de la vigilancia y la perpetua guardia, con respecto a uno mismo y su propia vida, ya que las grullas, cuando están en bandada, se ayudan unas a otras estableciendo en una de ellas la vigilancia. Esta agarra una piedra con la pata para, en caso de dormirse, la piedra caiga y despierte a las otras que se pondrán en guardia. La lámpara, finalmente, hace referencia al tiempo más adecuado al reposo y al sueño, lo que los antiguos llaman vigilias y que obligan a permanecer vigilantes a los soldados en algunas horas de la noche, según cuenta César en el libro I de sus comentarios.

Alegoría de la Vigilancia

Al fondo del Sancta Sanctorum no existe óculo como tal, aunque se simula y la primera virtud que nos aparece es una bella dama que porta bajo su brazo izquierdo un blanco borrego, mientras con la derecha parece acariciarlo. Nos dice aquí el profesor Ceballos que se trata de la Mansedumbre, pero si acudimos a la Iconología de Ripa, veremos que tal significado se representaba como una mujer coronada de olivo, apoyando la diestra sobre un elefante que se ha de pintar a su lado. El hecho de que el animal sea tan sustancialmente distinto, es que el elefante se interpreta como un animal en el que su naturaleza nunca da en combatir contra las fieras más poderosas, siendo así el mensaje alegórico del paquidermo desde el mismísimo Alciato. Por tanto ¿a qué Mansedumbre se refiere el profesor Ceballos? Pues se refiere a la Segunda Bienaventuranza, en la que una muchacha sostiene con los brazos, mientras lo acaricia, un pequeño y manso corderillo, con un texto del Salmo que dice: Los mansos heredaran la tierra. Aquí el cordero es pureza, simplicidad y mansedumbre, pues representa la que Cristo dijera anunciando su sacrificio como Cordero de Dios. El propio Palomino, en su gran tratado de pintura, al hablar de la Iglesia de San Juan del Mercado de Valencia, repite la figura de la Mansedumbre con el Elefante, pero le añade el cordero bajo el brazo izquierdo.

Alegoría de la Mansedumbre


Haciendo pareja con la anterior se encuentra el único varón del conjunto. Es un joven de bello rostro, vestido como un militar romano, coronado de laureles y con su mano derecha en actitud de portar un báculo, vara o similar. En la mano izquierda no porta nada, ni parece que lo portara. Aquí es donde más se aparta el conjunto de virtudes que demuestra Ceballos, de la obra de Ripa, pues la identifica con la Paz y, para Ripa, la Paz siempre es una mujer joven y hermosa, lo que no cuadra con el género de nuestra imagen cartujana, y el olivo, aunque siempre está presente, puede no ser como corona, mientras que el caduceo puede simultanearse o sustituirse por una antorcha que quema con sus llamas una panoplia de armas en el suelo. Una actitud similar a las alegorías de la Paz se conserva en los pedestales de la fachada Oeste del Palacio de Carlos V, donde unos putti se afanan en prender con antorchas una montaña de armas. Pero también aparecen en Ripa otros elementos relativos a la abundancia de bienes que proporciona la Paz, como la cornucopia o un pedestal con Pluto, dios protector de las riquezas y los bienes. La verdad es que aquí la interpretación es compleja y el propio Ceballos apunta a la obra de Palomino para dotarla de mayor veracidad, ya que cuando el pintor cordobés describe su obra en la Iglesia de San Juan del Mercado en Valencia, dice al referirse a los doce frutos del Espíritu Santo; …la figura de la Paz, representada en una hermosa doncella, coronada de oliva; en la mano derecha tiene el Caduceo de Mercurio; y en la izquierda una Cornucopia de frutas, y espigas: por que a la serenidad de la Paz se sigue la abundancia de los frutos. Vemos, por tanto, pese a que hay elementos de similitud, esta virtud no está explícitamente identificada y la versión de Palomino se acerca más a la de Ripa que a la que vemos aquí.

Posible alegoría de la Paz

En el lado del Evangelio y comenzando por la imagen más cercana a la entrada del Sancta Sanctorum, tenemos a la única mujer de edad madura y descalza de toda la serie. En su mano derecha sostiene, en alto, un corazón llameante y nada más en la otra. Ripa habla de la Caridad como una mujer vestida de rojo -aquí está de azul- que sostiene dicho corazón, mientras que con la siniestra tiene un niño abrazado que, aquí, tampoco parece que estuviera presente. El motivo del corazón en llamas es porque es símbolo de afecto puro y ardiente del ánimo que se orienta hacia Dios y hacia sus criaturas. Pues se dice de un corazón que arde cuando ama (Ripa).

Posible alegoría de la Caridad
 
Como pareja a la Caridad, nos encontramos otra figura femenina de bello rostro que alza hacia el cielo. En la mano izquierda, un corazón y en la derecha, parece que sostenía algún instrumento alargado, vara, cilicio o similar. Ceballos la identifica con la Compunción, según Ripa, pero nuevamente hay cuestiones que no terminan de hacer clara la identificación pues, en la Iconología, la describe como de rostro dolorido y boca abierta, vertiendo copiosas lágrimas y coronada de punzantes espinas, al igual que el corazón –aunque este ha podido perder la coronita- y la diestra en alto y con el dedo índice señalando hacia el cielo. Como vemos, son varias las diferencias que hacen dudar de esta adscripción.

Posible alegoría de la Compunción

Hasta aquí llega el estudio realizado de estas seis enigmáticas alegorías de las virtudes monásticas del monje cartujo: la Obediencia, la Vigilancia de cuerpo y alma, la Mansedumbre, la Paz, la Compunción y la Caridad. Discurso que, sin duda, tiene sentido y es el más completo identificado hasta el momento para esta maravilloso espacio sagrado, pero que también tiene sus contradicciones que se agigantan, al hablar de las cuatro primorosas esculturitas que flanquean el Tabernáculo central. Está claro que el trabajo del profesor Ceballos es el que mejor explica el significado alegórico y el que por el momento debe ser aceptado, pero también muestra que el trabajo no está terminado y que es muy necesario casar el texto de Palomino con el del Padre Ripa, para ver la evolución del primero en su experiencia profesional y la posible creación de nuevos modelos que traslada en sus trabajos, así como atender a la presencia de otro gran escultor, Pedro Duque Cornejo que llega a Granada cargado de trabajo y, probablemente, cargado de erudición simbólica.

Portadilla de la primera edición de El Museo Pictórico de Antonio de Palomino en 1715